Pixar está consiguiendo lo imposible con el paso de los años: que el público general tome en serio películas de animación. Pero no es para menos. Nos encontramos, sin temor a afirmarlo, ante una obra maestra de la historia del cine. Toy Story 3 posee fuerza en todos sus planos y diálogos. Desde el primer hasta el último minuto. Todas las dudas (quién las tuviese) se disiparon este verano desde el estreno de la cinta. Esta película debería estar exenta de calificaciones y de qué tipo de personas tienen que verla. Porque es una cinta que todo el mundo debería ver. Ya no valen las clásicas excusas de "es que es de dibujitos..." o "eso es para niños...". Esta historia se merece ocupar el lugar que le corresponde dentro del séptimo arte. Ésta es una grandísima historia.
Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010) tiene un arranque espectacular. Recuerda a los de sus antecesoras. Es la más pura demostración de todo lo que hemos pasado siendo niños (los que hemos podido y hemos tenido la suerte, claro). Porque Pixar te muestra sus cartas en forma de Woody, Buzz y compañía. Pero realmente está obligando al espectador de forma subsconsciente a hacer un ejercicio de memoria. Unos recuerdos que nos impregnan, que de repente llenan ese vacío que tenemos en la memoria, de cuando éramos niños y lo único que nos importaba era jugar con nuestros juguetes. Porque, realmente, todo universo giraba en torno a ellos y lo que hacíamos con ellos.
Y cuando al espectador le asaltan esos recuerdos de la infancia, entonces se muestra ante tí la verdadera historia que quieren contarte. Porque de lo que de verdad habla Toy Story 3 es de la madurez, de la vejez, de saber que todo en esta vida tiene fecha de caducidad. Que cuando tu finalidad ha acabado ya no sirves. Del compañerismo. De la unidad de una familia. Y de la muerte. Todo contado a base de saltos, sobresaltos, carcajadas, momentos emotivos que no tienen precio y hasta terror. Los más pequeños solo captarán el mensaje de que los juguetes son para ahora, cuando eres solo un niño. Los mayores tendrán que identificarse con lo anterior. Es casi imposible no sentir lástima hacia esos juguetes que han perdido su sitio, y ahora tienen que "sobrevivir" como puedan en este mundo donde muy pocos son los elegidos para continuar, alargar el paso del tiempo hacia esa verdad que ninguno queremos ver.
Esta película nos demuestra ese paso del tiempo. Esos juguetes que con vida propia han madurado con los años. Nos demuestra la fidelidad que tienen hacia su amo, aunque los haya dejado olvidados durante años en un baúl. Nos enseñan a perdonar, porque el desprenderse de algo también forma parte de la naturaleza humana. Nos enseña a que, a veces, tienes que seguir otro camino. Y no pararte a recordar que otros tiempos fueron mejores, sino que hay que seguir adelante con lo que tienes y con los que han sobrevivido contigo por el camino.
Los personajes de Toy Story 3 están más llenos de vida que nunca. Y eso es algo que no se consigue solo con diseñar una expresión o un gesto. Se consigue con mucho esfuerzo técnicamente, sí, pero todo ese tiempo que emplean en crear a los personajes la Pixar también lo emplea en crear su historia y en dotar de emoción a esos muñecos tan carismáticos. Al fin y al cabo, la historia y el guión es lo más importante de una película. Y esta cinta tiene un guión muy sólido. La trama (puro homenaje al cine de evasiones) no decae en ningún momento. Los chistes están donde tienen que estar. Y las escenas de compañerismo, unidad y emotividad también. No falta nada en esta película. Y tampoco sobra nada. El montaje es soberbio, sobre todo de cara a la segunda mitad del film. La banda sonora aportada por Randy Newman alcanza su punto álgido de cara a la última media hora. Y la aparición de nuevos personajes como Ken o Lotso (las apariencias engañan) aportan su toque "chic" y "malvado" respectivamente a la trama.
Los personajes de Toy Story 3 están más llenos de vida que nunca. Y eso es algo que no se consigue solo con diseñar una expresión o un gesto. Se consigue con mucho esfuerzo técnicamente, sí, pero todo ese tiempo que emplean en crear a los personajes la Pixar también lo emplea en crear su historia y en dotar de emoción a esos muñecos tan carismáticos. Al fin y al cabo, la historia y el guión es lo más importante de una película. Y esta cinta tiene un guión muy sólido. La trama (puro homenaje al cine de evasiones) no decae en ningún momento. Los chistes están donde tienen que estar. Y las escenas de compañerismo, unidad y emotividad también. No falta nada en esta película. Y tampoco sobra nada. El montaje es soberbio, sobre todo de cara a la segunda mitad del film. La banda sonora aportada por Randy Newman alcanza su punto álgido de cara a la última media hora. Y la aparición de nuevos personajes como Ken o Lotso (las apariencias engañan) aportan su toque "chic" y "malvado" respectivamente a la trama.
Cierto es que en esta tercera entrega se echan de menos a personajes de las dos anteriores. Pero Woody y Buzz llevan todo el peso de la película. De echo uno de los momentos más desternillantes se produce con un pequeño cambio en Buzz (gran cameo en el doblaje español). Pero esta es una obra muy cuidada. Y lo mismo estamos partiéndonos de risa, que al minuto siguiente sentimos repulsión hacia la injusticia, o pasamos a la agonía. Porque es cuando, damas y caballeros, llegamos al clímax de esta obra de arte. Los que habéis visto la cinta sabréis de cuál hablo. Jamás, en todo el cine de animación que he visto, se me ha producido tal sensación de angustia. Una mezcla entre tristeza y sufrimiento. Un cruce de miradas entre Woody y Buzz, la mano tendida. No hace falta más. Nudo en la garganta. Escena inolvidable. Una joya de escena dentro de una obra maestra. Aquí se define el alma de Toy Story. Aquí queda plasmada por siempre el alma de Pixar. El alma del gran cine.
Mi nota: 8,5
Mi nota: 8,5